La comarca de la Alpujarra atesora nuchísimas leyendas que giran en torno a lo divino y humano
El aislamiento que sufrió la comarca de la Alpujarra hasta hace décadas propició a lo largo de los siglos numerosas leyendas relacionadas con casas encantadas, tesoros, apariciones de almas en pena, aguas que sanan muchas dolencias…, que el pueblo en muchos casos ha asimilado como parte de su historia. Estas leyendas giran la mayoría en torno a lo divino y humano.
Dice una leyenda que en el término municipal de Ugíjar, en el entorno de la impresionante 'Pared de los Moros', existen pellejos de oro escondidos. También cuentan que en Jorairátar, anejo de Ugíjar, existen enterrados en una cueva varios pellejos de pepitas de oro procedentes de la zona de Ugíjar, Alcolea y Laujár de Andarax. En Montenegro y El Golco (perteneciente al municipio de Alpujarra de la Sierra) los antiguos también contaban hace años que algunas personas se convirtieron en ricas y acaudaladas de la noche a la mañana. Y lo mismo pasó en Mecina Alfahár, Narila, Juviles, Lanjarón, el Barranco de Poqueira, Atalbéitar, Albondón, Alcázar de Venus, Tímar, Laroles, Torvizcón y Lújar.
En Almegíjar, los más ancianos aseguran que hace años una mujer delgada voló por los aires sin pasarle nada. Antes era costumbre que las amas de casa llevasen el almuerzo a sus maridos cuando trabajaban en el campo. Un día de muchísimo viento, una mujer emprendió camino con su cesto de viandas en busca de su hombre. A mitad del camino, su cuerpo menudo se levantó del suelo de repente y traspuso volando un recorrido superior a los trescientos metros sin pasarle nada.
También en Almegíjar se le apareció a un vecino un familiar que había fallecido para solicitar su ayuda para que cumpliera con la promesa que él no pudo hacer al morir de repente. Otra leyenda dice que en parajes ocultos del Barranco de Poqueira, la Sierra de la Contraviesa, Bérchules, Juviles, Pórtugos, Trevélez, Olías, Picena, El Golco, Mecina Bombarón, Montenegro, Válor, Ugíjar, Turón, Murtas, Pitres, Busquistar, Lújar, Órgiva, Lanjarón, Torvizcón, Cástaras, Cádiar, Lobras... se encuentran escondidos en orzas y pellejos impresionantes tesoros de oro y piedras preciosas. Dicen que sus propietarios, moriscos acaudalados, los escondieron antes de marchar a las costas africanas para no acabar en manos de Felipe II. Uno de estos tesoros apareció no hace mucho tiempo en el término de Busquistar.
En Pórtugos existe una vivienda centenaria que tiene muy buenas energías según los entendidos conocida como la Casa de la Pólvora. Pues bien, en esta casa situada junto a un cementerio árabe han sucedido cosas muy extrañas: apariciones de un muerto viviente en forma de halo iluminado, apagones de luz, la visión de una mujer cerrando la puerta del servicio a pesar de que la puerta estaba desencajada, un espíritu de un familiar que solicitaba ayuda para pagar una ‘manda’ que, al morir repentinamente despeñado, no pudo cumplir con el milagroso Cristo de la Expiración de Órgiva.
También en Pórtugos, otra leyenda dice que existen las llamadas ‘Bocas del Infierno’. Estas bocas, ya semienterradas, arrojan aire fuerte y fresco con un olor muy raro, cuyo efecto provoca la muerte de los pájaros y animalillos que lo respiran. En el pueblecito de Olías cuentan que una vez un pastor se metió en una cueva situada en la Sierra de Lújar al comenzar una tormenta. Antes de entrar en ella vio como salía de la caverna un hombre que bien parecía un cura. Este le dijo al pastor que no se preocupara y que le pidiese un deseo. El pastor le contestó asustado que lo único que quería era un recipiente para extraer agua de lluvia de los huecos de las pedrizas para beber. La historia cuenta que aquel misterioso personaje, del que nunca se supo más, le entregó un cáliz de oro que fue depositado después en la iglesia de Olías y que hasta hace unas décadas estuvo allí.
Otras leyendas dicen que trae buena suerte la persona que escuche el latir de unas misteriosas campanas en tajos y cuevas de Lanjarón, Trevélez, Rubite, Albuñol, Cáñar… También cuenta la tradición que cuando aparece de repente, fuera del caserío una gallina con sus polluelos es que en ese lugar hay escondido algo valioso. Entre Bubión y Capileira se dice que aparecían cerca de un camino una gallina con sus retoños, que jamás y por mucho que lo intentaron, pudieron coger, porque desaparecían de repente y volvían a aparecer a varios metros de distancia. En otro lugar de La Taha de Pitres dicen los ancianos que suele aparecer en la otra cara del cerro el denominado ‘rosario de las luces’.
Otra leyenda cuenta que el espíritu de una joven mora que fue repudiada por su padre porque se enamoró de un castellano vaga por la torre de la iglesia de Bubión. También hace varios lustros un vecino de Pórtugos, José Ruíz (ya fallecido) aseguraba que desde hacía más de medio siglo en un lugar profundo de Trevélez se encontraba escondido un arcón repleto de joyas, oro y piedras preciosas, escondido por un moro muy poderoso. Al parecer esta gran fortuna, según soñó y más tarde le confirmó una pitonisa, perteneció al acaudalado Aben Jaubar, tío de Aben Humeya, el cual falleció en su casa de Pórtugos, en el desaparecido barrio de Mahdin. José Ruíz aseguraba que cuando estaba a punto de dar con el tesoro del Peñón del Fraile, tras excavar y dar con una grieta con trancos de piedra estalló la Guerra Civil y él y su familia tuvieron que trasponer a Bubión.
Finalizada la contienda José Ruíz subió otra vez al monte al lugar del tesoro y vio que se habían desprendido sobre la cueva muchas toneladas de rocas y tierra. Aun así, comenzó de nuevo la faena pero la tuvo que dejar por falta de dinero para pagar a los trabajadores. Dice otra leyenda que en plena Sierra Nevada, en la Laguna de la Caldera aparece una seductora serenita sobre una roca para contemplar el paisaje y por la noche ver las estrellas. Otra leyenda dice que las aguas que manan por una fuente de Laroles, de 1681, son milagrosas y si se le reza a la imagen de la Inmaculada, adosada a la parte superior, un ave maría se ganarán diez días de indulgencia.
También, y entre otras leyendas, la Alpujarra en otros tiempos ha tenido fama de tener brujas y duendes. Soportújar (que, y entre otras cosas, dispone ya de un museom festejos y varios lugares dedicados a la brujería) fue el pueblo donde abundaban más brujas, ensalmadores y hechiceras que hacían de las suyas al abrigo de la ignorancia de muchos. Se cuenta que estos personajes poseedores de libros de fortuna y de otros tratados sobre sanaciones, adivinanzas y suertes, curaban un sinfín de cosas con diversos utensilios, bebedizos y frutos del campo. Entre otras cosas, las brujas colocaban a los niños en el cuello un amuleto de hueso o marfil para inmunizarlos del mal de ojo y de otros maleficios. Eran otros tiempos.
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